![](https://static.wixstatic.com/media/495d0f_a91dd260b4254a3094ef561ab8eec7f6~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_594,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/495d0f_a91dd260b4254a3094ef561ab8eec7f6~mv2.jpg)
Érase una vez una ciudad encantadora oculta en lo profundo de la selva. Un día, un virus mortal llegó y azotó a la población. El único hospital se desbordó de enfermos, quienes esperaban ansiosos por atención. La tragedia llenó los días de llanto del cielo y el barro de la tierra, señales inequívocas de un dolor profundo.
El virus mostró su crueldad, empujando a muchos al desespero y al abuso del alcohol. Sin embargo, lo peor vino de la mano del alcalde, quien optó por un acto inhumano: desatender a los enfermos y los difuntos mientras derrochaba el escaso oro de la ciudad en lujos innecesarios.
Entregó medio millón de dólares a un contratista corrupto para erigir un edificio y una plaza sin utilidad alguna en medio del dolor y la desesperación. Las verdaderas necesidades del pueblo, ignoradas una y otra vez por el nuevo alcalde y sus predecesores, quedaron olvidadas.
*Este relato es ficción. Los personajes y eventos son inventados, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.*
Comments